Por: @GegeRpz
Uno de los grandes protagonistas individuales de las batallas que tuvieron lugar durante la II Guerra Mundial fue el francotirador finlandés Simo Häyhä, uno de los más efectivos de la historia (con 545 muertes atribuidas a su puntería), y factor fundamental para la resistencia finlandesa frente a la invasión rusa en la llamada Guerra de Invierno, que tuvo lugar entre 1939 y 1940. Durante este enfrentamiento bélico entre el poderoso Ejército Rojo y la humilde resistencia de Finlandia, de inesperado resultado ambiguo, Simo Häyhä fue nombrado por los soviéticos como Belaya Smert, es decir, "La Muerte Blanca".
Durante la Segunda Guerra mundial se empleó por primera vez a los francotiradores, quienes comúnmente eran conocidos como: “mensajeros de la muerte”. Estos soldados de alta precisión abatían las filas enemigas, escondidos con una gran cantidad de municiones y provisiones para permanecer lejos de sus camaradas. Fueron muchos los francotiradores celebrados por estas proezas, por ejemplo, dentro del régimen estalinista se destacaron Vasili Zaitzev o Yakovlevich; del imperio Nazi, dos alemanes, Erwin Koning y Heinz Thorvald. Pero sólo uno podría ser el mejor en esta categoría: el finlandés Simo Häyhä.
Simo Häyhä nació el 17 de diciembre de 1905 en la región de Rautjärvi, ubicada entre la frontera de Finlandia y Rusia. Simo provenía de una humilde familia de granjeros, ande de cumplir los 20 años se alistó en el servicio militar en 1925. Durante su entrenamiento Häyhä demostró buena técnica en las prácticas de tiro. Una vez que terminó su tiempo de servicio, regresó a su tierra natal para dedicarse a la vida del campo. Agricultura, ganadería y caza fueron lo suyo hasta el invierno de 1939, periodo en el cual estalló la llamada Guerra de Invierno, la Unión Soviética atacó a Finlandia, tres meses después del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Häyhä era un pequeño granjero y cazador que medía poco más de un metro y medio. Cuando en 1939 la Unión Soviética invadió Finlandia, Häyhä, que solo había pasado por el ejército para hacer el servicio militar obligatorio, tomó su rifle M28 Pystykorva y un traje de camuflaje blanco como la nieve, y se puso a las órdenes del ejército, valiéndose de su puntería, su ingenio y su gran conocimiento de los recovecos de los helados bosques finlandeses.
El plan del líder ruso Stalin era ocupar todo el país por la fuerza, valiéndose de su superioridad en fuerzas, pero la imbatible resistencia finlandesa lo impidió.
Aunque después de un arduo combate el Ejército Rojo perdió su credibilidad, esto influyó en la decisión de Hitler de emprender un plan militar conocido como la Operación Barbarroja. La Guerra del Invierno se produjo entre 1939 y 1940.
Pronto, su efectividad mortal fue tal que los rusos pusieron precio a su cabeza. Se organizaron operaciones únicamente para acabar con él, pero los soldados rusos que lo iban a buscar no regresaban. No solo soldados fueron enviados en su búsqueda, sino incluso otros francotiradores, y grupos enteros de ellos, fueron invertidos en dar con él, pero fue en vano: La Muerte Blanca siguió actuando con sigilo y astucia (se dice que no usaba mirilla y que guardaba nieve en la boca para no ser divisado por su aliento) hasta generar 700 bajas, entre muertos y heridos, en el Ejército Rojo. Si bien Rusia logró anexarse, terminado el conflicto armado, el 10% del territorio de Finlandia y el 20% de su capacidad industrial, este resultado fue muy inferior al que se esperaba teniendo en cuenta la diferencia de fuerzas, y el Ejército Rojo debió lamentar numerosas bajas y un repentino descrédito militar en plena Guerra Mundial… entre otras cosas por la maestría irrepetible de un francotirador silencioso, llamado Simo Häyhä. Un pequeño hombre que, al ser preguntado acerca del secreto de su notable habilidad, respondió simplemente: “práctica”.
Finalmente, los soviéticos se librarían de Simo un 6 de marzo de 1940. Los hechos fueron más o menos así:
Eran las 6:20 a.m. cuando Simo y los de su unidad recibieron la orden de atacar a unos soldados soviéticos que estaban apostados en un valle, negándose a abandonar sus puestos por orden de sus comandantes. En aquel enfrentamiento habían muerto unos 140 finlandeses para el mediodía, pero las bajas soviéticas eran mucho más cuantiosas y, a lo largo y ancho del terreno, los cadáveres yacían tiñendo de rojo la nieve. Los soviéticos estaban desesperados, ¿cómo podían perder tantos soldados?, ¿dónde se escondían los malditos francotiradores finlandeses? En ese afán por acabar con los escurridizos soldados finlandeses, los soldados soviéticos se veían correr de un lado a otro, y los proyectiles de artillería estallaban en numerosos sitios, haciendo saltar la nieve y los punzantes trozos de árboles despedazados. Para el momento en que un soviético gritó señalándole a su grupo la posición de la “Muerte Blanca”, Simo ya había arrasado con unos 40 soldados enemigos, superando con creces su record de otros días… Pero ahora las cosas estaban realmente complicadas: los soldados enemigos corrían hacia él, y en la zona apenas quedaban unos 14 finlandeses.
Simo estaba oculto detrás de una gran roca. No podía darse el lujo de asomar así nomás la cabeza o incluso el arma, pues las balas pasaban veloces a la derecha, a la izquierda, y también por arriba de la roca… Aún así, su habilidad era tan grande que, cuando disparaba, un soviético caía, con lo cual conseguía sembrar algo de miedo y evitar que el avance del enemigo se vuelva demasiado caudaloso. Afortunadamente, los soldados soviéticos que enfrentaba no tenían ametralladoras, pues de ser así fuera casi imposible defenderse. Por ello logró resistir heroicamente, hasta que, en una de esas ocasiones en que se asomó a disparar, una bala explosiva, disparada por un francotirador soviético según ciertas fuentes, le dio en la barbilla y le salió por la mejilla izquierda.
Ahora, Simo perdía sangre y necesitaba ayuda. Cualquiera habría muerto en tales circunstancias, pero él tuvo tanta habilidad y “cabeza fría” que incluso consiguió acabar con el soviético que le había disparado, y con otros más… Lógicamente habría llegado un punto en que perdería la consciencia y pasaría a ser “carne de cañón”, pero solo ocurrió lo primero porque, cuando apenas 3 finlandeses más resistían con él, llegaron refuerzos de rescate y lo sacaron. Según refirió uno de los soldados que lo salvaron, Simo “había perdido la mitad de la cara".
Tras ser llevado al hospital, Simo permaneció inconsciente hasta el 13 de marzo, y en todo el mes no fue capaz de escuchar nada. Requirió 10 cirugías faciales, y tuvo que pasar algún tiempo para que reapareciese y se supiese que no había muerto, cosa esta que deseaba hacer creer la Prensa Soviética y algunos sectores informativos de la propia Finlandia.
Las armas del gran francotirador
Simo Häyhä usó únicamente dos armas. La primera, el rifle M/28, variación finlandesa del rifle soviético Mosin-Nagant. Con el M/28, Simo mató unos 542 soldados soviéticos. Su otra arma era la sub con el que oficialmente liquidó a 505 soldados rusos. Como arma de soporte usaba un Suomi M-31 SMG, un subfusil de menor alcance que su rifle, y con el que se piensa que habría matado aproximadamente unos 200 uniformados soviéticos, alcanzando un total de 742 muertes en la estadística más optimista (pues ciertas fuentes dicen que en realidad solo mató 505 soviéticos con el M/28).
Después de la guerra
Simo requirió varios años para recuperarse por completo después de haber sido herido en el rostro. Sin embargo, una vez que estuvo suficientemente bien, volvió a su viejo pasatiempo de cazador, pero también se dedicó a criar perros.
Su hogar, ya que los soviéticos se habían quedado con las tierras en que alguna vez habitó, pasó a ser la granja de su hermano Utulaan, en una zona poblada de Ruokolahden (al sureste de Finlandia, cerca de la actual frontera con Rusia), rodeada de bosques. Allí siguió viviendo en soltería (no se había casado ni se casaría), pero convertido en una celebridad con la cual el presidente finlandés Urho Kekkonen fue varias veces de caza.
También, tras la guerra Simo fue invitado a ser miembro honorario del Club de Oficiales de Reserva de Ruokolahden, habiendo formado, en tiempos de guerra, parte de la infantería ligera de Carelia.
Finalmente, y ya con la salud mermada por el paso del tiempo, Simo acabó sus días en Hamina, un hogar de ancianos veteranos de guerra. Falleció el 01 de abril del 2002, a la venerable edad de 97 años. Poco antes, en 1998 cuando un grupo de coleccionistas de armas fue a entrevistarlo, se le preguntó cómo había llegado a ser tan buen francotirador, y él simplemente respondió: “práctica”.
Frase Celebre de la Muerte Blanca:
Sin embargo, y aquí viene la frase más recordada de él, cuando se le preguntó si lamentaba haber matado a tantas personas, el “amable”, “humilde” y “tranquilo” anciano, respondió mirando con natural serenidad a través de sus gruesos anteojos: “Yo solo hice lo que me dijeron que hiciera, lo mejor que pude”.
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